© Luís Adrián Betancourt.

Cochero de otro establo

La vida no es siempre como uno la encarga, y un día, por desavenencias con mis hermanos –que no voy a detallar porque no vienen al caso- decidí irme de La Ermita y no trabajar más en el establo del Montañés.
Cuando él lo supo, aunque le dolió, respetó mi decisión. Fue en el año 21. Me encontré con Pino, que estaba organizando un establo, y le dije:
-Si necesitas cochero aquí me tienes.
Pino acababa de comprar los coches de La Viajera, que estaba en Árbol Seco y Benjumeda, buenos coches que habían sido de palacios, y los de El Caballo Criollo, un establo de La Esquina de Tejas.
El pobre Pino, y hasta yo mismo, no nos dábamos cuenta de que aquella gente estaba liquidando sus negocios porque los coches iban perdiendo la pelea contra los fotingos.
Pino me dijo que para empezar podía quedarme como peón y si llegaba a faltar algún cochero, subiría al pescante por tres pesetas y las propinas.
Empecé ayudándolo a montar su establo. Fuimos a la residencia de los Conill a comprarles las mantas y las ropas de los cocheros. Y tanto lo ayudé que me fui ganando su confianza.
El sabía que yo no era nuevo en los coches, me dio un Vis a Vis con tres caballos y empecé a dar los viajes. Me mortificaba trabajar para otro establo mientras en La Ermita aumentaba el desorden, pero no tenía más salida.
Un día se murió un niñito. Se llamaba Emilio. Tenía 3 o 4 días de nacido y yo lo había bautizado en artículo mortis. Entonces Pino me dijo:
-Vámonos al entierro de ese niño por la tarde.
Yo agarré mi Vis a Vis y empecé a engancharle la yegua. Entonces vino Pino corriendo que no daba más.
-¡Esa yegua no, Machito, que es muy rabiosa! ¡Esa no sirve para entierros!
-¿Entonces para qué sirve, Aurelio? ¿Para qué la compraste? ¿Para engordarla en los potreros o para que hale los coches?
-¡Tú no enganchas esa yegua!
-¡Pues sí la engancho, que para eso soy el cochero!
-¡Lo que rompa ella lo pagas tú!
-¡Lo pago!
Yo me puse en candela. Si por esas cosas me había ido de mi propia casa, ¿cómo iba a aguantárselo al tal Aurelio Pino? Si no era con esa yegua no salía con ninguna.
Cuando arrancó el entierro me dio unos volíos tremendos. Ya yo me veía pagando averías, ¡pero la dominé, carajo! ¡cómo no iba a dominarla! Regresó mansita al establo, y Pino sin querer creerlo.
El tenía su parte de razón, pero no toda. Si ese caballo se portaba mal, podía romper a patadas los cristales de la carroza, que valían carísimos. Yo no podía pagar aquello, así que Pino me mataba si no lograba manejar la yegua.
Ese animal había sido de Bernabé García, un guajiro altísimo y pendenciero que tenía las oficinas en Infanta y Zapata y los coches en un local de la calle Valle. Nunca pudo enganchar esa yegua a un coche suyo, ninguno de sus cocheros la pudo sacar a la calle, así que por eso la vendió.
Yo la llevé a ese entierro, y tenía que pasar por necesidad por frente al negocio de Bernabé García. Estaba sentado allí en un banquito, echado hacia atrás, con el sombrero de castor en la rodilla. Paró la cabeza cuando vio la yegua. La reconoció enseguida y se levantó a preguntarle a uno que estaba cerca:
-¿Quién es ese muchacho?
-El hijo del Montañés.
-¡Ah, carajo!
Se quedó bobo mirando.
-Y yo que vendí ese animal porque no me servía para los coches. Ahora veo que quien no servía era el cochero.
Yo seguí enganchando esa yegua a los coches a pesar de su mala fama. Pino muy contento, porque ya la daba por desahuciada. Pero un día me llamó muy serio para decirme que había hablado con mi padre y que le había prometido devolverme a su establo. Yo volví porque se trataba de mi padre.
La yegua difícil siguió dándole dolores de cabeza a Pino. Unos días después de yo dejarla, se le plantó a un cochero en el puente de Villariño.
Había que verlo. Con bota, chaleco y fusta, ¡qué vergüenza de cochero! Tuvo que bajar del pescante y sacar al animal del trance a pié, en medio de la burla de la gente.
Un día paso por donde habían llevado a enterrar a un hijo de un carbonero y empiezo a ver una rueda por aquí, otra rueda por allá, un coche boca abajo, el desastre. Y cuando miro al culpable de aquel destrozo, me encuentro con la famosa yegua de Pino, relinchando y pateando muy campante, como diciendo, “cualquier cochero no me hace jalar un coche”.
En el carnaval del 23, monté el último coche de mi vida, un Break amarillo, para pasear a la reina del carnaval del parque Havana Park. Yo decía: “no está mal, con esta belleza me despido, lo que empieza bonito debe acabar bonito.”

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Luís Adrián Betancourt Sanabria [Placetas, Cuba, 1938] Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana en 1976 y autor de “Huracán” (Novela), “Expediente Almirante” (Novela), “A la luz pública” (Cuentos), “Aquí las arenas son más limpias” (Novela), “Triángulo en el hoyo 8” (Cuento) “¿Por qué Carlos? (Testimonio), “El extraño caso de una mujer desnuda” (Novela), “El otro cisne azul” (Radio serie), “Sdies piesok chitse” (Novela), “El Código de las Islas” (Radio serie), “La suerte del desconocido” ( Radio serie), “El extraño caso de una mujer desnuda” (Radio serie), “Amor a segunda vista” (cuento), “El sombrero negro” (cuento), “Bien vale la pena” (Teleserie), “Un inquilino raro” (Cuento), “Cargo de conciencia” (Radio serie), “Óleo de mujer” (Radio serie), “El secreto y la sonrisa” (Radio serie), “Esa mujer no existe” (Novela), “Maceta” (Novela), “Lobo de mar” (Testimonio), “Love at second sight” (Cuento), “Cochero” (Testimonio), “Quinta y 14” (Cuentos), “Todas las pistas eran malas” (Cuento), “Las honras del náufrago” (Novela), “Guilty” y “Un topo en el buró”; ha sido corresponsal de guerra, investigador histórico, fotógrafo, marino, maestro, y redactor. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas (UNEAC), y del Grupo Asesor de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), posee la Distinción Félix Elmuza, presidió la Sub Sección de Escritores Policíacos hasta su extinción. Es miembro fundador de la Asociación Internacional de Escritores Policiales y en el marco de la Feria del Libro del 2001 en la Habana fue condecorado con la Distinción por la Cultura Nacional y por acuerdo XI-102 del 3 de abril del 2004 de la Asamblea Municipal del Poder Popular del Cerro fue declarado Hijo Ilustre del Cerro.