© Luís Adrián Betancourt.

La americana piadosa

Yo nunca he sido amigo del maltrato a los animales, el buen cochero no necesita fusta; pero cuando me hicieron el cuento de la americana piadosa, que lo mismo recogía un gato que una yaguasa, me dio por creer que querían engañarme.
Un día me salió de pronto, como una aparecida. Por poco le paso por encima, en la Loma de los Zapotes. Parecía una loca detrás de un carretonero que venía subiendo.
Ese día yo llevaba a un viejito que conocía La Habana mejor que yo y me dijo:
-Esa es Yanet.
-¿De dónde se escapó? –le pregunté.
Al viejito le dio gracia, él también creía que esa mujer tenía algo de loca, le había dado por defender a los animales. Se iba para los lugares más empinados, como ese mismo de la Loma de los Zapotes, se escondía y no tenía paz con los carretoneros.
Las lomas de La Habana eran el terreno de los cocheros. Uno trataba de hacer rodeos, buscar atajos, pero a veces no había otro remedio que partirle de frente. Los caballos ya las conocían y se espantaban. Solo con una buena rienda, y una voz que les diera confianza, metían mano a las lomas como la de Chaple, Jesús del Monte, 10 de Octubre, Luyanó, Potosí o la Loma del Burro.
Había cocheros torpes, más animales que los mismos caballos, que ante una loma difícil querían resolver el problema por la fuerza.
Yanet se agazapaba en las lomas y cuando un cochero o un carretonero trataba de subir a látigo, los insultaba, salía a comérselos, hasta les quitaba la fusta.
Por el año 6 Yanet recorría todos los rincones de La Habana con esa misión.
Se fajaba con cualquiera por defender a un animal. Ella vivía en Picota y San Isidro, ahí tenía su Bando de Piedad. Lo mismo asilaba a un perro sarnoso que a una huerfanita descarriada.
Tenía allí dentro a hijos de presos, a muchachos que andaban sin rumbo fijo por las calles, perros y gatos enfermos y dicen que hasta leones tenía en una finca.
A la hora de la limosna, le daba lo mismo que fuera a una persona o a un animal. Por eso le pagaba a un veterinario que curaba a todos sin discriminación. Se llamaba Pepe ese médico de niños y perros.
Yanet tenía los ojos grandes, siempre andaba con un faldillón y un sombrero con cinta colorada. Como era sorda de cañón, tenía que ponerse una corneta en la oreja cuando quería enterarse de algo.
A mí no me caía mal, porque yo era más amigo de la rienda que de la fusta; pero me parecía un poco extraño que esa americana, en lugar de salir a buscarse un marido, perdiera su tiempo correteándole detrás a los cocheros y carretoneros para defender a mulos y caballos.
Cuando se murió, en el año 31, la enterraron en el cementerio de Colón; y todavía está ahí. A su tumba le dicen El Panteón de la Americana, o La Mujer del Perrito. Es una tumba que tiene su imagen, y a sus pies hay un perrito echado que se llama Rinti.
Todavía hoy hay quien le pone flores a esa losa. Seguro que no es ningún carretonero, sino alguien que quiere más a los animales que a los cristianos.
Cuando yo sé de una persona así, digo: “sus razones tendrá”. El mundo, para que sea mundo, tiene que tener de todo.
Yanet también tenía sus razones. Todo llega a saberse en esta vida. Un día, cuando ya trabajaba en los fotingos, se me acercó un amigo, carretonero de toda la vida y me dijo:
-Macho ¿Te acuerdas de aquella americana que no tenía paz conmigo?
-Sí, me acuerdo, que cuando cargabas tubos para el alcantarillado se pasaba la vida vigilándote.
-Hasta soñando me salía. Pues me puse a averiguar por qué la había cogido conmigo, y ya dí con el misterio..
-Pobrecita, ¿no ves que estaba loca?
-¿Loca? Eso creía yo también, pero a que no sabes de lo que me enteré.
El caso era que Yanet andaba por ahí diciendo que su apellido era Ryder, porque así se llamaba su marido, pero su verdadero nombre era Juanita Ford, prima hermana de Henry, el que se hizo millonario fabricando fotingos, por eso la había cogido con nosotros, porque todo lo que oliera a riendas iba contra el negocio del primito.
Seguro que la muy cabrona, a la hora de comerse un bisté no se acordaba de la pobre vaquita, pero con los coches y los cocheros no tenía paz, porque le hacíamos competencia a los fotingos del primo.
Cuando oí aquello me quedé sin saber qué decir. Más claro ni el agua, pero de pronto me costaba trabajo creerlo. Entonces aquel amigo me enseñó un recorte de periódico donde decía bien claro quién era la loca de las lomas. Esa noche me dio por soñar con fotingos y mujeres, que Macorina y Yanet echaban una carrera en La Ermita.

No hay comentarios:

Acerca del autor

Acerca del autor

Biobibliografía

Luís Adrián Betancourt Sanabria [Placetas, Cuba, 1938] Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana en 1976 y autor de “Huracán” (Novela), “Expediente Almirante” (Novela), “A la luz pública” (Cuentos), “Aquí las arenas son más limpias” (Novela), “Triángulo en el hoyo 8” (Cuento) “¿Por qué Carlos? (Testimonio), “El extraño caso de una mujer desnuda” (Novela), “El otro cisne azul” (Radio serie), “Sdies piesok chitse” (Novela), “El Código de las Islas” (Radio serie), “La suerte del desconocido” ( Radio serie), “El extraño caso de una mujer desnuda” (Radio serie), “Amor a segunda vista” (cuento), “El sombrero negro” (cuento), “Bien vale la pena” (Teleserie), “Un inquilino raro” (Cuento), “Cargo de conciencia” (Radio serie), “Óleo de mujer” (Radio serie), “El secreto y la sonrisa” (Radio serie), “Esa mujer no existe” (Novela), “Maceta” (Novela), “Lobo de mar” (Testimonio), “Love at second sight” (Cuento), “Cochero” (Testimonio), “Quinta y 14” (Cuentos), “Todas las pistas eran malas” (Cuento), “Las honras del náufrago” (Novela), “Guilty” y “Un topo en el buró”; ha sido corresponsal de guerra, investigador histórico, fotógrafo, marino, maestro, y redactor. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas (UNEAC), y del Grupo Asesor de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), posee la Distinción Félix Elmuza, presidió la Sub Sección de Escritores Policíacos hasta su extinción. Es miembro fundador de la Asociación Internacional de Escritores Policiales y en el marco de la Feria del Libro del 2001 en la Habana fue condecorado con la Distinción por la Cultura Nacional y por acuerdo XI-102 del 3 de abril del 2004 de la Asamblea Municipal del Poder Popular del Cerro fue declarado Hijo Ilustre del Cerro.