© Luís Adrián Betancourt.

Lecheros

Nunca va a pasar esa costumbre de desayunar con un vaso de leche tibia y pura. Lo que la gente prefería era tomársela con el calorcito de la teta, por eso los lecheros se mudaron para la ciudad.
Fueron muchos los establos que se dedicaron a las vacas. La Habana se llenó de lecherías. Lo que hoy es el edificio de la CTC, ¿quién iba a imaginarse que estuvo lleno de vacas? Esa era la finca El Retiro. De ahí sacaban las vacas- a eso de las cuatro de la madrugada- y las pastoreaban por todas las calles hasta los establos. El público iba con jarros y se llevaba la leche todavía tibia, porque podía ver el ordeño. Como a las cinco las vacas regresaban a la finca.
En la esquina de Consulado y Virtudes estaba una de las lecherías más famosas. El dueño, que se llamaba Miguel Herrera, bebía la leche como el agua. Tan saludable estaba, que vino a morirse a la edad de 104 años. Isleño más duro que ese no lo hubo. Con un siglo de edad y todavía trabajaba la tierra que tenía en Bejucal.
Por el año 10 la leche se vendía en alforjas y a caballo. La despachaban por copas, cuatro por cuarenta centavos. También iban a las casas a cumplir encargos.
Sanidad les hizo una guerra a los lecheros. Dijeron que las vacas dentro de la ciudad eran las culpables de las pestes y las moscas. Mandaron a hacer unos carretones con casilleros de zinc galvanizado, y pintados de amarillo por fuera.
Todavía hasta ayer el amarillo era el color de los lecheros. Sería por la mantequilla.
En los establos las vacas se ordeñaban al momento y a la vista. De las botijas, la leche iba a parar a unos pomos lacrados por Sanidad, porque algunos repartidores, con el afán de sacar más de lo que daban las vacas, inventaron eso de rellenar los pomos con agua. Sanidad se aparecía de sorpresa en dondequiera, para tratar de agarrar a los que bautizaban la leche.
Un vecino nuestro de los primeros de vivir en La Huerta, Pepillo González, era ganadero viejo, buen jinete y también se dedicó por mucho tiempo a las vacas lecheras.
Cuando Pepillo murió, en junio de 1916, su entierro fue de muchos coches.
Ese día mi padre escribió en su diario, con tinta roja que se destacara: “Hoy se murió el Decano de La Ermita, Pepillo González, muy sentido por todo el que lo conocía.”
Antonio Benítez era lechero en Peñones y Calzada del Cerro. Allí guardaban los carretones amarillos con letras negras. De ese lugar salían todas las mañanas, en todas las direcciones, porque le sobraban los marchantes.
Ya desde el tiempo de España habían traído el hielo a La Habana. En La Tropical hacían unos témpanos más altos que el hombre. Y otro negocio de carretón era el helado, carritos halados por caballos, que ofrecían muchos sabores de frutas. Esos carritos traían sorbeteras para guardar el frío y de ahí lo servían en barquillos, o en vasitos o en cucuruchos.
La leche de burra era muy señalada por los médicos, se vendía mucho. Una finca en Bainoa fue famosa porque a ella se llevaban veinte o treinta burras y se las soltaban a un burro. Llegaban secas y salían preñadas. De ahí salió la leyenda que anda por ahí del burro de Bainoa.
Manuel Vázque solo llegó a reunir cerca de 100 burras y las repartía cada mañana para que llevaran leche a las casas. Mujeres ricas hubo en la creencia de que bañarse con leche de burra las hacía más linda. La nave de Vázquez era grandísima, estaba detrás de donde es hoy la logia de Belascoaín y Reina.
Un piropo a una niña bonita podía ser:
-¡Preciosa! ¿Te criaron con leche de burra?
La leche de chiva también se vendía por encargo, pero ese era un negocio menor. Al enfermo que le mandaban leche de chiva le convenía mejor comprar el animalito, que era más barato. Lo tenía en su patio -yerba era lo que sobraba-, lo ordeñaba a la orden; y eso sí, no podía perderlo de vista o se convertía en el cuero de un tambor y en un chilindrón.

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Luís Adrián Betancourt Sanabria [Placetas, Cuba, 1938] Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana en 1976 y autor de “Huracán” (Novela), “Expediente Almirante” (Novela), “A la luz pública” (Cuentos), “Aquí las arenas son más limpias” (Novela), “Triángulo en el hoyo 8” (Cuento) “¿Por qué Carlos? (Testimonio), “El extraño caso de una mujer desnuda” (Novela), “El otro cisne azul” (Radio serie), “Sdies piesok chitse” (Novela), “El Código de las Islas” (Radio serie), “La suerte del desconocido” ( Radio serie), “El extraño caso de una mujer desnuda” (Radio serie), “Amor a segunda vista” (cuento), “El sombrero negro” (cuento), “Bien vale la pena” (Teleserie), “Un inquilino raro” (Cuento), “Cargo de conciencia” (Radio serie), “Óleo de mujer” (Radio serie), “El secreto y la sonrisa” (Radio serie), “Esa mujer no existe” (Novela), “Maceta” (Novela), “Lobo de mar” (Testimonio), “Love at second sight” (Cuento), “Cochero” (Testimonio), “Quinta y 14” (Cuentos), “Todas las pistas eran malas” (Cuento), “Las honras del náufrago” (Novela), “Guilty” y “Un topo en el buró”; ha sido corresponsal de guerra, investigador histórico, fotógrafo, marino, maestro, y redactor. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas (UNEAC), y del Grupo Asesor de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), posee la Distinción Félix Elmuza, presidió la Sub Sección de Escritores Policíacos hasta su extinción. Es miembro fundador de la Asociación Internacional de Escritores Policiales y en el marco de la Feria del Libro del 2001 en la Habana fue condecorado con la Distinción por la Cultura Nacional y por acuerdo XI-102 del 3 de abril del 2004 de la Asamblea Municipal del Poder Popular del Cerro fue declarado Hijo Ilustre del Cerro.